En Andalucía la cultura no se guarda en vitrinas, se vive en las calles, en las plazas y hasta en las conversaciones de bar. 

Aquí el flamenco no es solo un espectáculo, es una forma de contar la vida con palmas y quejíos.

Las tapas son mucho más que comida: son excusas perfectas para alargar una charla, para reír con amigos o para sellar un acuerdo sin prisas. Desde un gazpacho fresquito en Sevilla hasta un pescaíto frito en Cádiz, cada bocado lleva consigo un pedacito de historia.

Y, por supuesto, está la alegría. Esa manera tan andaluza de celebrar lo cotidiano, de transformar lo simple en fiesta. No es casualidad que Andalucía atraiga a viajeros de todo el mundo: aquí se viene a sentir, a bailar, a saborear y a compartir.

Porque al final, lo andaluz no se explica del todo con palabras… se experimenta. Y una vez que lo vives, siempre querrás volver.

Miki Díaz